Saludos:
Siempre sentí una fascinación por el tema. Desde muy joven comencé a leer, indagar y experimentar.
Recuerdo mi primer taller para aprender auto-hipnosis. Recuerdo mis primeras visitas a otras vidas, visitas realizadas por "mera curiosidad", pero que me marcaron para siempre. Aprendí la lección de no viajar por viajar, muy temprano.
Especialmente recuerdo una vida en la que pasé hambre, hambre física de comida, casi me moría por no tener que comer ni darle de comer a mi prole. Fue un dolor inmenso, una sensación de desesperanza que nunca he experimentado en la vida actual... La realidad es que cuando reqresas de un viaje asi, es como si lo hubieses vivido en esta vida. No pasa una semana sin que yo vincule esa vida con algo de la mía, no lo puedo evitar, ya no hay vuelta atrás.
Entonces reconocí que la memoria es perfecta tal como está pues sería imposible vivir con la conciencia de las memorias acumuladas de tantas vidas. Sería vivir en un torbellino que me enloquecería.
Sin embargo, a través de estos viajes he descubierto de donde nacen mis aficciones, por ejemplo: a la música clásica,a la música de piano, a los caracoles y al mar, a peinarme el cabello de cierta manera, a calzar ciertos zapatos. De hecho, entendí porque cuando me peinaba de cierta manera sentía ser otra. Inclusive, descubrí que la razón por la que me tatué una mariposa en el dorso de mi mano izquierda no fue solamente la que yo me creía. En otra vida tuve un defecto precisamente en esa mano, me faltaba el dedo anular; debajo del tatuaje que tengo actualmente. Son detalles que en esta vida suelen ser inocuos, pero al conocer de donde nacen esas maneras de ser, esos gustos y tendencias entonces adquieren otra dimensión en esta vida, adquieren matices insospechados, ropaje y significancia mágica. Entonces ahora, cuando recojo un cristalito pulido por el mar o un caracolito en la playa, siento los hilos que se entrelazan entre ese pequeño objeto, mi persona y la eternidad; saboreo los pasos de esa danza cósmica que me conecta con la vida, la muerte y la resurección en un baile deliciosamente contínuo.
Recuerdo cuando le hacía regresiones a mi hija a ver si habíamos estado juntas antes. En fin, he explorado el tema hasta la saciedad. No solamente con vidas pasadas, sino con personas que desean comunicarse con un ser fallecido. Es un tipo de lectura que me fascina, y por ende, suelo atraer muchos consultantes que desean realizarse estas lecturas. Considero un privilegio adentrarme en las vidas pasadas de otros. Estas personas se convierten en una parte importante de mi alma, se vuelven sustanciales y siempre me acompañan de ahí en adelante en esta vida. Algunos de ellos lo saben, se los he dicho; otros, no me atrevo a contarles por no ser invasiva, por no perturbar sensibilidades.
Cuando he leído para otros ha sido a veces maravilloso, pues he conocido detalles de culturas que yo desconocía hasta ese momento. Símbolos que nunca antes había visto. Emociones que nunca había experimentado. Formas de ser inexploradas. A veces ha sido extenuante hacer estos viajes para otros, pues se compromete la propia energía, la viviencia personal se transfiere a mi vida como si yo lo hubiese vivido. ¿El resultado? Siempre el producto ha sido sanador, nutritivo, esclarecedor. Sucede que al tiempo me escriben contándome de los cambios que ese conocimiento les trajo a su vida actual. Se tornan más seguros, más arrojados, se crecen ante los temores. Nunca he tenido una experiencia negativa con estas lecturas, siempre han sido luminosas.
En fin, esto es lo que quería compartirles de manera más íntima. Esta es, en pocas palabras, la esencia de mis experiencias con las vidas pasadas.
Aurora Díaz