Artículo #A5: “Duelo vs. melancolia ”
Autor del documento:
Arturo Ponce de León para Psicogeometría México
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Introducción
El duelo o aflicción es un proceso
normal, mientras que la melancolía es patológico. Ambos, duelo y melancolía,
sobrevienen como consecuencia de la pérdida de algún objeto o situación amada; en
ambos casos existe un estado de ánimo doloroso, una pérdida de interés por el
mundo exterior, una pérdida de la capacidad de amar y una inhibición general de
todas las funciones psíquicas (empobrecimiento anímico). Sin embargo, existe
una diferencia, pues la melancolía incluye otro síntoma que no está en el
duelo: la pérdida de la autoestima, lo que se traduce como autorreproches.
La resolución del duelo implica que el
sujeto va comprendiendo gradualmente que el objeto amado no existe más. Este
trabajo de duelo culmina cuando el yo queda libre y sin inhibiciones,
depositando la libido sobre un nuevo objeto, es decir, es capaz de recatectizar
el mundo. En la melancolía, en cambio, la libido libre no fue desplazada sobre
otro objeto sino retraída sobre el yo, es decir, se produjo una identificación
del yo con el objeto perdido, y de esta manera los reproches del yo hacia la
persona perdida se convierten ahora en autorreproches. En el fondo, la pérdida
importante ha tenido lugar en el propio yo. Los reproches con los cuales el
enfermo se abruma corresponden en realidad a otra persona, a un objeto erótico,
y han sido vueltos contra el propio yo (regresión de la libido del yo),
autorreproches que se dirigen desde la conciencia moral.
En la base de todo este proceso hay una
elección de objeto narcisista, es decir, el sujeto elige como objeto amoroso a
uno que lo representa en algún sentido. El sujeto aquí se retrotrae a formas
primitivas de identificación, que es la identificación oral (ya que 'incorpora'
al objeto perdido).
Algunas veces la melancolía tiende a
transformarse en manía, observándose en otras ocasiones una alternancia cíclica
entre manía y melancolía. Ambas afecciones estarían relacionadas porque
mientras la melancolía lucha por retener al objeto perdido con el cual el yo se
había identificado, la manía lucha por liberarse de dicha identificación.
Cuando hay una predisposición hacia la
neurosis obsesiva, aparece la ambivalencia, con lo cual se amará y se odiará al
mismo tiempo al objeto perdido. La melancolía tiene un contenido más amplio que
el duelo, ya que en la primera la relación con el objeto aparece complicada por
esta ambivalencia: en la melancolía el amor y el odio luchan entre sí, el
primero para desligar a la libido del objeto, y el segundo para evitarlo.
Puede decirse, en suma, que las tres
premisas básicas de la melancolía son: la pérdida de un objeto, la
ambivalencia, y la regresión de la libido del yo.
Definición de Duelo
La palabra duelo proviene del latín
“duellum” y significa “dolor” y también “desafío o combate entre dos”. Estas
acepciones remiten el sufrimiento provocado por una pérdida y al enorme
esfuerzo, casi un combate, librado para asimilar dicha pérdida.
El duelo es el proceso de asimilación
de una pérdida cuya ausencia es transformada en una presencia interna o en la
negación de dicha ausencia, es la respuesta característica de tristeza y dolor
ante la pérdida de algo valorado, dado que es una reacción emocional, el dolor
es vivido como algo que enloquece, y la persona siente que pierde el control,
que está desbordada y que se consumen en el proceso todas las energías, por
esto hablamos de trabajo de duelo, hay una inversión emocional importante, que
conlleva falta de interés en el mundo exterior, conflictos en los vínculos interpersonales,
todo lo cual implica una inversión de tiempo más o menos prolongada, se trata
de un proceso complejo que genera un dolor que emerge espontáneamente y se
atenúa progresivamente.
Es la respuesta de una persona a una
pérdida o un cambio, sin importar cuán insignificantes o profundos sean, es la
transición entre lo que era y lo que habrá de ser, siendo frecuente un periodo
de desequilibrio, el duelo no parece revertir ni negar el nivel de estabilidad
que caracterizaba a la persona antes de la pérdida. El sufrimiento, la
desorientación, la desesperanza, la desilusión y el dolor profundo, son
síntomas frecuentes. El grado de desequilibrio que una persona experimenta
depende del grado de importancia que tiene para ella la pérdida.
El duelo no es un proceso
exclusivamente racional, es una respuesta física y emocional a una interrupción
de las actividades y el curso habitual de la vida, se experimentan una gama y
una profundidad de emociones y sentimientos que no se han experimentado antes o
no es habitual vivenciar, en una cultura en la que jerarquizan más los aspectos
racionales, esto puede resultar abrumador o generar temor, son como si todos
los mecanismos habituales que a la persona le permiten manejar las situaciones,
filtrándolas y organizándolas, hubieran sido arrancadas de raíz, dejando a la
persona abrumada por un bombardeo de estímulos y emociones.
Durante la infancia, los niños aprenden
de sus padres el valor y el modo de manejar los afectos, cuando surge una
pérdida en la vida adulta, con la intensidad de sentimientos que conlleva, se
tiende a reaccionar del modo en que se aprendió a hacerlo en la infancia.
“El duelo es, por regla general, la
reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga
sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.”
El proceso de duelo puede seguir dos
caminos: una verdadera aceptación de que se ha producido la pérdida o la
subsistencia de la convicción de que ésta no ha ocurrido, se piensa en la
pérdida y el dolor que conlleva sólo en relación con la muerte, sin embargo la
muerte sólo es una de las formas de separación, pero otras situaciones pueden
tener un efecto igualmente devastador. También se experimenta ante otras
pérdidas como una separación pasajera o definitiva, ante la pérdida de un
objeto o de un recuerdo con valor emocional.
El duelo es un proceso dinámico y
complejo que involucra el individuo en lo físico y en lo psíquico, en sus
aspectos conscientes e inconscientes, el mundo es vivido como pobre y vacío
hasta que se disminuya la resistencia natural a aceptar la pérdida y el estado
de caos interior, la realidad se impone y sobreviene la resignación.
En ocasiones el duelo por la muerte de
un ser querido comienza para sus familiares cuando aún está viva la persona,
esto ocurre cuando se anuncia su futura muerte, hecho frecuente ante una
enfermedad fatal, se produce un duelo anticipado.
“El duelo entonces es un proceso
psicológico que es puesto en juego por la pérdida de un objeto amado (o
deseado) y que está orientado en un principio a la recuperación y
posteriormente a la renuncia del objeto”
A pesar de que en la mayoría de las veces el duelo se orienta hacia la
recuperación del objeto, no en todos los casos es así. “el duelo incluye una
amplia serie de procesos psicológicos, incluso aquellos que están dirigidos a
la retención del objeto, pudiendo tomar diversos caminos, ya sea sanos o
patológicos”
Freud, concretamente, distingue entre tres casos de duelo, el duelo normal, los
duelos patológicos (el sujeto se considera obsesivamente culpable de la muerte
ocurrida, la niega, cree padecer la misma enfermedad que la produjo, se cree
poseído o influido por el muerto, etc) y la melancolía.
Definición de Melancolía
En los duelos patológicos y en la
melancolía no se produce la elaboración porque los sentimientos de ambivalencia
teñidos de agresividad que el sujeto tenía hacia la persona desaparecida, y que
no reconocía a nivel consciente, se vuelven contra él. En la melancolía
concretamente, el Yo del sujeto se disocia: una parte se sitúa frente a la otra
y la valora críticamente, como si la tomara por objeto. La instancia crítica,
enjuiciadora, disociada aquí del Yo, es la conciencia moral. La parte yoica
tomada como objeto es producto de una identificación con la persona moral. La pérdida
de objeto se ha transformado en pérdida del Yo. Los reproches con los que el
melancólico se abruma corresponden, o están dirigidos a otra persona, al objeto
perdido y ambivalente amado y odiado, y han sido vueltos contra el propio Yo.
“La melancolía se singulariza en lo
anímico por una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por
el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda
productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autoreproches
y autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo.
Este cuadro se aproxima a nuestra comprensión si consideramos que el duelo
muestra los mismos rasgos, excepto uno; falta en él la perturbación del
sentimiento de sí”.
“El melancólico nos muestra todavía
algo que falta en el duelo: una extraordinaria rebaja en su sentimiento yoico,
un enorme empobrecimiento del yo. En el duelo, el mundo se ha hecho pobre y
vacío; en la melancolía, eso le ocurre al yo mismo”.
El duelo visto por Juan David Nasio
El duelo es un largo camino que
comienza con el dolor lacerante de la pérdida de un ser querido, declina con la
aceptación serena de la realidad, y del carácter definitivo de la ausencia, en
este proceso el dolor aparece bajo la forma de accesos aislados de pena,
también se define como un lento y penoso proceso de desamor hacía el
desaparecido para amarlo de otro modo. Es por eso, que dolor en el duelo es un
fenómeno incomprensible, es un movimiento de alejamiento forzado, en donde el amado
ya no está, y será necesaria la separación, a dentro de nosotros, del ser
que se ha perdido en el exterior. Juan David Nasio menciona que la imagen
del ser perdido no debe borrarse, sino al contrario, que se debe dominar hasta
el momento en que gracias al duelo la persona logra coexistir el amor por el
desaparecido con un mismo amor por un nuevo elegido.
La identificación de la persona en
estado de duelo
En el transcurso del duelo, el yo se
identifica con la imagen del amado perdido, la sombra del objeto cae sobre el
yo, ya que la identificación es una forma de amor. La pulsión de muerte está en
el duelo ya que impulsa a la separación del difunto, pues es una fuerza
interior que tiende a desembarazarnos de todos los obstáculos para el
movimiento de vida, es por eso, que el duelo es un lento proceso de
separación vital del difunto y de la regeneración del conjunto del yo. La
libido del amante que investía al objeto cuando estaba vivo retornaría al yo
después de la muerte del amado, es necesario entender que no se trata de
olvidar a la persona que murió, sino de que su imagen o representación en el
inconsciente de la persona dolida, en este momento la libido se repliega
sobre el yo a partir de estas representaciones del objeto amado perdido; la
palabra Amado toma una elección narcisista, ya que la libido ha retirado de las
representaciones para dirigirse a un lugar especifico del yo, que sería la
“prueba de realidad”, que es una función del yo.
La desaparición de la persona amada
revela justo en el momento del funeral, que hemos sido su falta, que éramos el
objeto de su deseo, es por eso, que aquello que se pierde con la muerte es la
imagen de si mismo que me permitía querer, ya que lo que se ha extraviado
es el amor de mi mismo que el otro hacía posible, es decir, que se ha perdido
el yo ideal o mi yo ideal que estaba unida a la persona que acaba de
desaparecer.
La aflicción de la persona en estado de
duelo da lugar a irrupciones de exaltación que las imágenes demasiadas
claras y que son muy distintas del difunto resultan vividas con la nitidez de
una alucinación. Es por eso, que Nasio, menciona que las frases de consuelo son
“una apelación al olvido, una incitación a perderlo de nuevo, ya no en la
realidad, sino “en el corazón” . Es decir, que el dolor psíquico de la
separación es un sentimiento oscuro, es el último afecto que representa una
fortaleza defensiva antes de la locura y la muerte, ya que resulta de la
ruptura brutal del lazo que nos vincula con el ser amado o la cosa amada. El
duelo patológico consiste en una omnipresencia psíquica del otro muerto, es el
amor coagulado alrededor de una imagen, en donde “aquello que hace daño no es
la pérdida del ser amado, sino el hecho de seguir amándolo más intensamente que
antes cuando lo sabemos irremediablemente perdido” .
Durante el trabajo de duelo los
recuerdos del difunto están tratados de tres formas por el yo, en primer lugar
hay una focalización, una delimitación de cada recuerdo y de las imágenes
unidas al objeto perdido; la segunda es la desinvestidura cuando una imagen ha
sido bien situada, se produce una desinvestidura de dicha imagen; tercero
es un pasaje de la libido, que está desprendida de la imagen mental del otro,
hacía una parte del yo. Finalmente este movimiento produce la identificación
con el objeto.
El funcionamiento psíquico está regido
por el principio del placer, que es el encargado de regular la intensidad
de las tensiones pulsionales y los hace tolerables, pero si sobreviene una
ruptura brutal con el ser amado, estas se desencadenan provocando que el
regulador del placer se torne inoperante, es por eso que el dolor expresa la
autopercepción de una tensión descontrolada en un psiquismo perturbado. Nasio,
describe al dolor como el afecto que traduce en la conciencia la reacción defensiva
del yo cuando, al ser conmocionados lucha por reencontrarse, por lo que el
dolor es una reacción frente al duelo. En esta reacción el yo se levanta,
apela a las fuerzas vivas y las concentra en un solo punto, es decir, en la
representación psíquica del amado perdido, por lo que el yo está ocupado en
mantener viva la imagen del amado perdido. El yo ama al objeto que sigue
en su psiquismo, quedando destrozado entre un amor que hace revivir al ser
desaparecido, y el saber de una ausencia indiscutible. El dolor de lazo
significa: pensar que lo que duele no es separarse sino aferrarse más
intensamente que nunca al objeto perdido .
El duelo concebido como un trabajo que
proporciona la libertad de pensar que no perdemos a alguien cuando muere, sino
que se pierde después de un periodo largo de elaboración, y que la diferencia
de un duelo normal es cuando el retiro de la libido se desplaza progresivamente
a otro objeto, pero en el duelo patológico, una vez desprendida del objeto
perdido, la libido se disemina en el conjunto del yo y se cristaliza bajo la
forma de una identificación coagulada con la imagen del objeto perdido.
Fases del duelo
Teóricamente se han mencionado tres
fases en el proceso del duelo, no son de un orden específico, y cada una
de estas fases contienen variables que es importante mencionar en el presente
trabajo.
Primera fase, se refiere a la lucha por
recobrar el objeto perdido, cuyas principales características son la
negación y el enojo.
Negación:
Es el impacto emocional que se experimenta cuando alguien próximo a
uno ha muerto o sufre una enfermedad terminal. En esta etapa la mente
bloquea la realidad de lo que uno sabe sobre el caso. Al dar un
consejo al que sufre, en ese momento es inútil, porque la persona niega la
realidad como mecanismo de autoprotección. Las personas extrovertidas
presentan en este momento un comportamiento errático: se dan explosiones
de carácter en forma histérica, llanto, golpes, arrojan y quiebran objetos,
etc. Las personas introvertidas en esta fase, se recluyen de la vida social.
Enojo:
El doliente se queja y aún maldice a Dios, al desaparecido, o a
algún objeto querido. Este enojo, o reacción emotiva, surge
principalmente por el desamparo, herida y frustración que se experimenta. La
persona, incapaz de manejar las emociones adecuadamente se revela contra
lo que tiene mas próximo a sí misma. Los sentimientos de culpa pueden obstruir
la expresión del enojo, y si éste no se expresa se puede transformar en
ira reprimida, con una duración posible de manifestarse con dolores de
cabeza, migraña u otras formas vicarias de expresión corporal. No todas las
persona expresan el enojo o la rabia de la misma manera; algunas lo hacen
sumiéndose en la tristeza o depresión.
Segunda fase, se refiere a la desorganización
de la conducta, se presenta en el doliente con señales de falta de claridad y
de distorsión de la realidad. Reacciona inadecuadamente a las situaciones que
le rodean, sus emociones se manifiestan con contacto real con el mundo
circundante. La persona se encierra en su dolor y expresa sus emociones a
través del llanto o la charla excesiva. En este periodo el doliente no esta en
condiciones de tomar decisiones importantes, y por lo tanto se le debe sugerir
que las posponga.
Culpa:
Durante este periodo el doliente recuerda con resentimiento, las cosas
que se hicieron con la persona desaparecida, cuando aún estaba con vida.
La persona idealiza el pasado y se siente responsable por las faltas, los
asuntos no terminados o los errores que se cometieron.
A menudo la culpa surge de la creencia de que se pudo haber
prevenido la muerte, o la pérdida del otro, en esta etapa el doliente sólo
necesita escuchar de otra persona significativa para él que no hay razón
para sentirse culpable.
Soledad:
En esta etapa, el dolor que se sufre es el más profundo. El ser plenamente
consciente de que una persona vivió y ocupo un espacio a nuestro
alrededor llega a ser abrumador y se acentúa cada vez que los detalles
cotidianos traen el recuerdo de ella. Todo el impacto de la muerte o
pérdida de la persona se torna una realidad constante, aún si la relación
humana fue pobre: algo está ausente; un sentimiento de pérdida se apodera del
ánimo del doliente, esta etapa de duelo es peligrosa para la persona que sufre,
el vacío que ahora se da pide desesperadamente que se llene, se olvidan
las faltas o defectos del desaparecido y se le atribuyen cualidades casi
celestiales. El peligro se da cuando el doliente transfiere esas cualidades a
otra persona. En el caso de la muerte de un hijo, se espera que la madre
remplace al hijo muerto con los otros.
Tercera fase, indica la reorganización
de la conducta y la adaptación a la sociedad, el alivio y
restablecimiento son las principales características de ésta fase.
Alivio:
Aún cuando su nombre pueda dar un sentido negativo al concepto, lo cierto
es que él, o los sobrevivientes, pueden experimentar una sensación de alivio de
una forma u otra. A veces el doliente no sabe manejar el sentimiento de alivio
que experimenta: se siente ambivalente frente a él, por un lado se dice: ¿cómo
puedo experimentar ahora algo contrario al dolor que he pasado? Es necesario
que se de cuenta que el sentimiento de alivio es normal y que es
parte de la realidad que se da en toda la vida humana.
Se ha resuelto el duelo relativo
desapego emocional respecto al vínculo perdido, que ya no es comprendido como
el sentido de la vida, la cual se puede restablecer independientemente de la
pérdida, se retoman las actividades cotidianas y hay una notable disminución de
la preocupación por la imagen del ser querido, renuncia a una parte de
uno mismo que estaba definida en relación perdida y establecimiento de
una nueva identidad que tiene libertad emocional para iniciar nuevos vínculos.
Restablecimiento:
Ésta etapa se desarrolla lentamente, a medida que el doliente
aprende a manejar los sentimientos de culpa que tiene y los ensueños van
terminando. De esta manera, el doliente vuelve a vivir, ve el futuro con mas
confianza y seguridad en sí mismo; goza mas el presente, y el recuerdo de
la persona perdida se hace menos doloroso. A medida que se va restableciendo de
la pérdida se siente que vuelve a nacer con nuevos bríos y nuevas perspectivas,
hace planes de acción y siente que la vida merece vivirse.
Es importante señalar que la persona
que, por una razón u otra no elabora completamente el proceso de duelo, puede
llegar a caer en comportamientos inadecuados, como serían: el elegir
actividades erróneas, la glorificación desmedida de la persona perdida, o la
desesperación que puede sumergir en la depresión y/o llevar al suicidio moral o
físico.
Proceso del duelo y sus aspectos
principales
Durante el duelo existen tres etapas
fundamentales en su desarrollo:
1.
Sobreinvestidura. En esta etapa la persona que ha perdido al ser amado se
enfoca exclusivamente en todo aquello que tiene relación con el objeto perdido,
olvidando así todo lo que concierne al mundo exterior. Es así como se da la
primera batalla en el proceso del duelo.
2.
Desinvestidura. Es en este periodo cuando la persona se debate en el conflicto
de ambivalencia por el ser desaparecido. Así podrá iniciar el proceso de
descatectización libidinal de aquel que no existe más.
3.
Identificación. Durante esta última etapa del duelo se lleva a cabo el triunfo
de las pulsiones de vida sobre las de muerte que fueron desencadenadas por el
extravío del amado. Como premio de esta dura lucha se llega a identificar con
el objeto perdido.
En un primer momento la identificación
fue para Freud una etapa previa de la elección de objeto y una forma en la que
se puede distinguir el yo del objeto. Así llegó a la conclusión de que sería en
la etapa oral cuando se lleva a cabo la pulsión canibalística que impele al
sujeto a devorar al objeto para lograr identificarse con él.
En la melancolía una vez que sucede el
sacudimiento del vínculo objetal que existía y el desplazamiento de la líbido a
un objeto nuevo no fue posible ocurre que :
-La investidura objetal no fue lo
suficientemente fuerte para resistir la sacudida y fue cancelada.
-La líbido libre se retiró de vuelta
sobre el yo, a modo del proceso del narcisismo primario, que se desarrolla en
un narcisismo secundario al catectizar un objeto externo al propio sujeto y si
en este proceso se presentan dificultades por rechazo o ambivalencia de la
madre, la libido depositada en el objeto externo, vuelve a ser parte del yo.
-Se da una identificación del yo con el
objeto resignado a modo de evitación de tan fuerte desprendimiento. De este
modo se pasa de una pérdida de objeto a una pérdida del yo. Así tenemos como
condición de la vuelta de la libido al narcisismo primario, la existencia de
una fuerte fijación en el objeto de amor y una escasa resistencia de la
investidura de objeto.
Finalmente el amor de objeto se
sustituye por identificación. Esta vuelta es regresión de la etapa de elección
de objeto a la etapa del narcisismo oritinario. En el duelo normal la realidad
dirige una sentencia al yo: “el objeto ya no existe más” y es entonces cuando
el yo se pregunta si quiere compartir el mismo destino del objeto, es decir,
dejar de existir.
Entonces si es llevado por la suma de
las satisfacciones narcisistas que le da el estar con vida, logrará desatar su
ligazón con el objeto aniquilado y volver a su vida cotidiana. Le rendirá
tributo al objeto de amor perdido por medio del establecimiento de la
identificación con él.
La etapa de la ambivalencia inicia con
la pérdida del objeto de amor, de acuerdo con Freud. Para remontarnos a la
primera vez que habla de la ambivalencia de sentimientos, basta con revisar su
obra Tótem y tabú. Por lo que plantea en esta obra se considera a la
ambivalencia como constitucional de lo reprimido.
En donde habla sobre la forma en la que
los sentimientos de los hijos del padre de la orda primitiva hacia él son una
mezcla de amor y de odio que culmina cuando estos al verse impedidos por el
padre a tomar a las mujeres, deciden matarlo y en el momento en el que han
terminado su crimen, recuerdan el amor que le tenían, sobreviene el sentimiento
de culpa y finalmente lo devoran para adquirir los poderes y atributos que
poseía.
Por medio de las vivencias traumáticas
con el objeto es como se desencadena el material reprimido que da origen a la
intensa y fatigante batalla de la ambivalencia.
Tal batalla “tiene por objetivo desanudar la fijación de la líbido al objeto,
desvalorizándolo y victimándolo” En este punto es en el que se
obtiene la satisfacción sádica al martirizar al objeto de amor y con ello
alcanzar el goce.
Una vez que se ha logrado denigrar lo
suficiente al que en otro tiempo era el objeto de amor, se puede resignar al
objeto perdido que ahora es un objeto carente de valor. Ahora el yo es superior
al objeto y puede gozar con esta satisfacción, puesto que ha triunfado sobre
él, dejando de lado los fuertes lazos libidinales que lo ataban a él y
continuando con su vida que cobra un mayor valor.
El conflicto que se da entre el yo y el
superyo en el proceso del duelo se puede encontrar expresado en forma de
autorreproches dirigidos a sí mismo los cuales a su vez reflejan la batalla
ambivalente vivida internamente. Las batallas de la ambivalencia se pueden
comprender como batallas parciales por el objeto, en las que se enfrentan el
odio y el amor. El odio intenta desatar la íbido anudada al objeto y el amor
pugna por salvar de esta afrenta a dicha postura libidinal.
Esta batalla se realiza a nivel
inconsciente, sitio en el que se encuentran las huellas mnémicas de las
representaciones cosa, porque tal objeto de amor que ha sido perdido en lo real,
se ha quedado fijado en la representación inconsciente.
Síntomas Psicosomáticos
Los signos y síntomas del duelo
incluyen tanto manifestaciones psicológicas como somáticas. Cuando las ideas y
sentimientos depresivos resultan intolerables, se tiende a negarlos y se
sustituye por actitudes contrapuestas: euforia, hiperactividad y una sensación
de triunfo y control sobre la situación, estas actitudes defensivas, que
enmascaran la depresión subyacente, reciben una valoración social
considerándoseles equivalentes a una resolución de duelo, el haber “superado”
la situación.
Así como pueden aparecer sucesiva y
simultáneamente sentimientos de depresión y euforia, también se ponen en juego
en el trabajo de duelo los sentimientos encontrados de amor y hostilidad que
caracterizan todo vinculo y que aquí, al verse acentuados, llevan a la
idealización de lo perdido.Los sentimientos de culpa por los pensamientos y
deseos hostiles tienden a permanecer inconscientes y expresarse en el ámbito
corporal, el sentimiento de culpa es el legado de la ambivalencia afectiva sin
resolver, se hace difícil poner en palabras estos sentimientos hostiles puesto
que producen temor y resultan socialmente inaceptables.
Manifestaciones somáticas del duelo
Sistema gastrointestinal
Falta de apetito y pérdida de peso
Ingesta excesiva de alimentos
Nauseas y vomito
Dolor abdominal y sensación de vacío
Sistema respiratorio
Sensación de asfixia y tos
Hiperventilación
Sistema cardiovascular
Palpitaciones
Sensación de opresión en el tórax
Cefaleas
Vértigo
Síncope, Enfermedad de Brisaud (tics)
Debilidad muscular o pérdida de fuerza
Manifestaciones psicológicas del duelo
Sentimientos
Culpa
Tristeza
Enojo y hostilidad
Desamparo
Dolor, desesperación y pesimismo
Vergüenza
Soledad
Preocupación por la imagen de la
persona perdida
Ensoñaciones diurnas y fantasías
Pesadillas
Nostalgia
Trastornos en las relaciones
interpersonales
Aumento de la irritabilidad y el desasosiego
Disminución del deseo sexual
Introversión
Llanto
Dificultad de retornar a las actividades
habituales
Fatiga y agotamiento o hiperactividad estéril
Insomnio e hipersomnia
Distractibilidad
Movimientos, pensamientos y discurso verbal enlentecidos
Perdida de concentración y motivación
Conclusiones
Freud utilizó una diferenciación entre
el duelo y la melancolía en un primer momento de su obra, pero recordemos que a
lo largo de toda su obra hubo revisiones y replanteamientos de sus primeras
tesis, abandonando este distingo.
Para Melanie Klein no es cuestión
de diferenciación de estructura entre el duelo y la melancolía, sino más bien
tiene que ver con una noción de grado. Lacan por su parte no separa el duelo
normal y el patológico, sólo se refiere a un único duelo, que a su vez es el
duelo patológico.
En el duelo normal la persona tiene
conciencia de lo que ha perdido, mientras que en duelo patológico no tiene
conocimiento de lo que ha perdido en la persona desaparecida, sólo sabe que la
ha perdido, pero permanece oculto lo que se ha llevado con su desaparición.
Un enorme hueco que dejo Freud al tratar
de explicar la cuestión del duelo, consiste en la explicación del
funcionamiento del dolor en términos económicos. Se pregunta porqué es tan
largo y doloroso el camino del duelo, pero se ve imposibilitado para establecer
su operación en la economía libidinal.
Tanto Freud como Lacan coinciden en que
no se hace duelo por cualquier persona, sino que esa persona por la que se está
dispuesto a recorrer ese lento y tortuoso camino, es aquella con la que se
tienen numerosos lazos libidinales que al momento de su pérdida será necesario
desanudar.
Esto ocurre porque: “El objeto por el
que estamos de duelo era, sin saberlo nosotros, el que se había vuelto, y del
que nosotros mismos habíamos hecho, el soporte de nuestra castración.”
Para David Nasio el proceso del duelo
sirve para que luego de un largo periodo de elaboración, se acepte la pérdida
de un objeto de amor. Pero subraya que el duelo se puede comparar con el
sepultamiento del complejo de Edipo en la mujer.
Este comparativo surge porque al igual
que en el proceso de duelo, el complejo de Edipo es un proceso inacabado,
que duraría toda la vida ya que para ser capaz de devenir mujer, ha de seguir
con ese complejo a lo largo de su vida.
Y de igual forma que el complejo de
Edipo femenino, el duelo se puede elaborar y de cierta manera sepultar, mas
nunca es completamente terminado, se aprende a vivir con él y se vuelve a
establecer la vida lo más parecida a lo que fue antes de la pérdida, el
conflicto que ocasionó esa pérdida ya no ocupa totalmente al sujeto y le
permite proseguir con su vida.
Bibliografía
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Bowlby-John. Int. J. Of psichoanal, 317-340, 1961.
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• García González,
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• Lacan, Jacques,
Seminario de la Angustia. Amorrortu, Argentina
• Nasio, Juan David. El
libro del dolor y del amor. Gedisa, Barcelona, 1999.
• Internet:
http://www.psicologosnet.com/duelo.htm